domingo, 18 de febrero de 2018

LA FORMA DEL AGUA La mujer (sola y muda) y el monstruo (solo y amenazado)

Título original: The Shape of Water
USA 2017 123 min.
Dirección Guillermo del Toro Guión Guillermo del Toro y Vanessa Taylor Fotografía Dan Laustsen Música Alexandre Desplat Intérpretes Sally Hawkins, Doug Jones, Michael Shannon, Octavia Spencer, Richard Jenkins, Michael Stuhlbarg, Lauren Lee Smith, David Hewlett, Nick Searcy Estreno en el Festival de Venecia 31 agosto 2017; en Estados Unidos 22 diciembre 2017; en España 16 febrero 2018

Hace quince años Todd Haynes utilizó los recursos y estética del típico melodrama de los años cincuenta, con Douglas Sirk como principal referente, para contar en Lejos del cielo una historia de homosexualidad y amor interracial impensable en la época homenajeada. Algo parecido hace ahora Guillermo del Toro con otro de los géneros preferidos de aquellos tiempos, las películas de terror con monstruos ocasionados por la Guerra Fría y la amenaza atómica, en este caso con un claro referente en La mujer y el monstruo (Creature from the Black Lagoon) de Jack Arnold. Pero si entonces la bestia provocaba terror y rechazo, ahora sirve para hablar de diferencia y marginación, rodeándolo para que el mensaje quede más claro, de personajes que sufren esa misma lacra y son tratados igualmente como monstruos, ya sean personas de raza negra, homosexuales o jóvenes mudas con escaso atractivo físico. La operación está urdida con atención al detalle y una impecable factura técnica y artística, además de un considerable tono triste y melancólico, potenciado con homenajes a un cine que ya no se hace y que llevando la marca de la Fox, productora de la película, repasa desde los viejos musicales protagonizados por Alice Faye, Betty Grable o Carmen Miranda, como Hello Frisco Hello, cuya oscarizada canción You’ll Never Know sirve como leit motiv con los arreglos de Desplat y la voz de Renée Fleming, al peplum bíblico surgido a raíz del éxito de Ben Hur, en este caso con La historia de Ruth proyectada en un precioso cine teatro casi siempre vacío, como los corazones en los que apenas alberga sueño o esperanza. Para ahondar aún más en ese sabor añejo, del Toro se permite sin venir a cuento recrear el ballet de Monte Carlo de Sigamos la flota, cinta que en 1936 protagonizaron Fred Astaire y Ginger Rogers, y cuya misma escena fue ya motiv0 de un mejor, más ingenioso y fascinante homenaje en Dinero caído del cielo de Herbet Ross. Nostalgia y homenajes aparte, del Toro quiere contarnos con una estética Amélie que ya se adelantaba en el trailer, y una criatura descaradamente basada en el film de Arnold, aunque notablemente mejorada, pues hablamos de cine de primera división en el siglo XXI frente a cine de serie B en los cincuenta del pasado, una historia de amor con sabor a cuento. Su mayor virtud es convencernos de lo que cuenta a pesar de los muchos disparates que propone, como que un par de limpiadoras accedan libremente a una zona de especial vigilancia donde se guarda un alto secreto militar, o que un cuarto de baño se convierta en un acuario. Aceptamos como convenciones o licencias poéticas tales propuestas con el fin de conmovernos con una historia tierna y emotiva, sólo para comprobar que del Toro sigue siendo el mismo de siempre, un eficaz realizador, imaginativo y visionario, pero con escasa capacidad para conmover, casi sin alma, con lo que todo el proyecto naufraga y se queda en un producto simplemente entretenido y fácil de digerir. Conviene sin embargo destacar que su premisa se le vuelve en contra cuando su discurso sobre la soledad no genera más que una mayor soledad e impotencia frente a un mundo en el que mucha gente no encaja. Claro que si está poblado por gente como el malvado de la función, un personaje acartonado sin dimensión ni motivación, mejor será mantenerse al margen. La hermosa partitura de Desplat, el glosario de viejas canciones que le acompañan, o las interpretaciones de Sally Hawkins, que no es que sea memorable pero se esfuerza mucho con el lenguaje de signos, Richard Jenkins y la impagable Octavia Spencer, que lleva el peso de la dosis afroamericana y víctima del machismo, son otros alicientes que hacen agradable un film que no es la maravilla que pintan, por mucho León de Oro en Venecia y trece nominaciones al Oscar que atesore.

No hay comentarios:

Publicar un comentario