domingo, 24 de septiembre de 2017

PRIMEROS ACORDES DEL OTOÑO

1º concierto del XXVIII ciclo de música de cámara de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Akiko Suwanai y Éric Crambes, violines. Jacek Policinsky y Kiril Nikolov, violas. Sasha Louise Crisan y Claudio R. Baraviera, violonchelos. Programa: Sextetos de cuerdas nos. 1 Op. 18 y 2 Op. 36, de Brahms. Espacio Turina, domingo 24 de septiembre de 2017

El Cavaillé-Coll en su actual
emplazamiento en el Oratorio de la
Santa Escuela de Cristo
Inauguramos estación con dos importantes citas, las que nos llevó a un espacio tan poco conocido y menos frecuentado como es el Oratorio de la Santa Escuela de Cristo, a espaldas de la Iglesia de Santa Cruz, y a la inauguración de la nueva temporada de conciertos de cámara de la ROSS, ya definitivamente asentada en el Espacio Turina de la calle Laraña. La primera se enmarcó dentro del IV Ciclo Internacional de Conciertos y Meditaciones, de la mano de la familia Sampedro, que desde ya podemos considerar importantes agitadores de la vida cultural y musical de la ciudad, y del emblemático órgano histórico Cavaillé-Coll, adquirido y gestionado por el hijo mayor, Jesús, titular del mismo y organizador de estos encuentros. Su primer invitado, Fco. Javier López, vino de la Catedral de Ávila para extraer del impresionante instrumento romántico todos sus registros y notas a través de un cuidadísimo programa con el que el organista exhibió destreza y flexibilidad, llevándonos de la suntuosidad serpenteante de César Franck, a la sencillez de Jesús Guridi o Eduardo Torres, pasando por el misticismo de Alex Guilmant o meciéndonos al compás de Theodore Dubois. Un placer para la vista y el oído que se repetirá en diez conciertos diferentes hasta junio próximo.

Brahms continuó protagonizando este inicio de curso de la Sinfónica, con la estupenda violinista Akiko Suwanai prolongando su estancia en Sevilla para sumarse a los solistas que acometieron la difícil tarea de poner en pie los dos sextetos para cuerda de Brahms, identificados con su amor de juventud, Agathe von Siebold. Mal empezó sin embargo el primero, difuso, maullando en lugar de reflejar las líneas decididas de esta magnífica composición. Difícil atisbar así su componente poético, sólo apreciable a partir del solo del violonchelista Claudio Baraviera en la famosa melodía del andante. La pieza fue atacada con demasiada gravedad y un sonido bien articulado pero algo chillón por parte de Éric Crambes, que contó con la complicidad de Suwanai gracias a la amistad y mutua admiración que les une. Más crispado que dramático, no logró remontar el vuelo hasta el alegre y desenfadado scherzo y, por fin, un intenso y robusto rondó final.

Mucho mejor sin embargo el Sexteto nº 2, mal recibido por la crítica de su época pero muy bien por el público, y mejor todavía por el que se concentró en el Turina. Con Suwanai tomando las riendas del asunto, haciendo gala de un sonido aterciopelado, ideal para reflejar la dulzura de la pieza, y un fraseo preciso y natural, brilló también su noble acompañante, Éric Crambes, dándole la réplica. El resto del conjunto estuvo perfectamente coordinado, acertando con texturas polifónicas sutiles y un amplio equilibrio entre su bucólica atmósfera y sus formas abigarradas, así como un muy elaborado ritmo. A destacar un John Axelrod muy involucrado en la presentación del ciclo, la asistencia de numerosos compañeros de la orquesta, algo hasta ahora lamentablemente infrecuente, y la siempre gratificante sensación de enorme felicidad que nos proporciona la música bien interpretada, en ésta, la otra, y tantas otras maravillosas citas.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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