jueves, 8 de junio de 2017

DOMENICO CODISPOTI EN EL FESTIVAL DE PRIMAVERA DE JJMM: UN ESTUPENDO PRESTIDIGITADOR

XXVIII Festival de Primavera de Juventudes Musicales de Sevilla. Domenico Codispoti, piano. Programa: 4 Mazurkas Op. 30 y Sonata Op. 58 en si menor, de Chopin; Ètude-Tableau Op. 39 nº 2, Preludio Op. 23 nº 6 y Sonata nº 2 Op. 36 en si bemol menor, de Rachmaninov. Salón de los Carteles de la Real Plaza de Toros de Sevilla, miércoles 7 de junio de 2017 

No es la primera vez que Domenico Codispoti recala entre nosotros, de hecho su carrera está marcada por los premios conseguidos en nuestro país, de ahí su dominio del castellano. Ya lo hemos visto y escuchado en otros conciertos de la asociación que presidía Julio Gª Casas, así como en las Noches de los Jardines del Alcázar. Precisamente confesaba que fue su admiración y estrecha colaboración con Casas lo que le impulsó a participar en esta edición del festival primaveral, lo que quizás justificó que la mitad del programa estuviera dedicada a Chopin, tan querido y admirado por el añorado melómano, músico y letrado sevillano. También la sarabanda de Bach que le ofreció como propina estuvo en la misma línea, servida con elegancia y delectación. No se puede negar que Codispoti es un buen pianista, como ya ha demostrado en otras ocasiones, en solitario o como integrante por ejemplo del Trío Vega. Se puede asegurar incluso que es un excelente gimnasta del teclado y un sensacional prestidigitador, lo que sirve más para levantar pasiones entre el público que para provocar una sincera emoción en el oyente.

Las mazurkas chopinianas las abordó desde el respeto a su origen y estructura como danzas populares, con precisión y atención al carácter experimental de sus progresiones y armonías, pero insuficiencia en cuanto a una expresividad que exige mayor complejidad y sofisticación. La Sonata nº 3 de Chopin demanda tal combinación de técnica y poesía, sin que se denote esfuerzo aparente, que pocos artistas son capaces de ofrecer una lectura completamente satisfactoria de la página. Codispoti optó más por lo primero, para lo que está sobradamente dotado, pero sus ralentizaciones y generosos rubatos no lograron insuflar en la pieza la intensidad necesaria, quedándose en un ejercicio disciplinado y brillante en lo técnico pero poco evocador ni siquiera en su muy sutil y meditado adagio.

Sus versiones de Rachmaninov estuvieron más atinadas, contenido en el estudio con el que se inició la segunda parte, marcando su orientación figurativa y aprovechando la técnica para sumergirse en su intensa fuerza emocional. Exhibió bravura y equilibrio en el Preludio nº 6 del opus 23, y se precipitó en la Sonata nº 2 con ímpetu casi suicida, convirtiendo esta versión aligerada del original, que el autor revisó en 1931, en una vorágine de acordes, filigranas y complejas relaciones estructurales. De nuevo el virtuosismo se impuso al lirismo, aunque sin traicionar la imaginación. En general la lectura del pianista de Catanzaro tendió a una descomunal densidad, al límite a veces con la desproporción, sólo posible combinando las dos versiones de la pieza, la original de 1913 y ésta.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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