lunes, 1 de mayo de 2017

LADY MACBETH Complejo de Jessica Rabbit

Reino Unido 2016 89 min.
Dirección William Oldroyd Guión Alice Birch, según el relato de Nikolai Leskov “Lady Macbeth de Mtsensk” Fotografía Ari Wegner Música Dan Jones Intérpretes Florence Pugh, Christopher Fairbank, Cosmo Jarvis, Naomi Ackie, Bill Fellows, Ian Conningham, Paul Hilton, Golda Rosheuvel, Anton Palmer Estreno en el Festival de Toronto 10 septiembre 2016; en Reino Unido y España 28 abril 2017

El relato corto de Nikolai Leskov Lady Macbeth de Mtsensk, inspirado en la pérfida reina shakespeariana, ha sido llevado en anteriores ocasiones a la pantalla, grande y pequeña, la más notable de ellas en 1962 en una producción yugoslava dirigida por el polaco Andrzej Wajda. Dio lugar también a una de las óperas más conocidas y controvertidas de Shostakovich. Con oportunos cambios y adaptaciones a Inglaterra, manteniendo la época original, y a una moral más pérfida y contemporánea, sirve ahora para el lanzamiento de William Oldroyd, que debuta en el largometraje tras haber realizado un par de cortometrajes, y para la joven actriz Florence Pugh, quien hasta ahora había aparecido en un largometraje y dos trabajos para la televisión sin apenas relevancia. Son quienes mayor relieve y consistencia dan a una obra caracterizada por el rigor y la precisión narrativa, una puesta en escena meticulosa y esmerada, y un flujo dramático contenido que disimula en la medida de lo posible el desfile de barbaridades y disparates que recorren su metraje y definen un carácter perverso como consecuencia de los avatares de la vida. También el guión de Alice Birch contribuye a potenciar estos perfiles que la sitúan, o al menos así quieren venderla, como la sensación de este año. Sin duda cuando un argumento acumula tal cantidad de intrigas y sorpresas de carácter morboso, el éxito está prácticamente asegurado, y Oldroyd sabe dosificar los elementos y los recursos para presentar una pieza quizás no tan intensa como pretende, pero desde luego atractiva y entretenida, aunque no llegue a perturbar al nivel de sus intenciones. Con estos parámetros la opresión y la asfixia que sufre la protagonista, algo así como una Jessica Rabbit que culpa de su temperamento a quienes la dibujaron, queda en un segundo plano, convirtiéndose en una historia de pasión y crimen con tintes feministas no tan bien ensamblados como debiera, y que no debieran justificar un comportamiento definitivamente deleznable. Con todo, logró el Premio Fipresci en el Festival de San Sebastián.

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