martes, 14 de marzo de 2017

DUDAMEL CON BEETHOVEN EN BARCELONA

Justo cuando su carrera y su vida personal se encuentran en punto álgido o más efervescente, con el Concierto de Año Nuevo aún reciente y el rumor de su boda con María Valverde hace unos días en Las Vegas, Gustavo Dudamel ha iniciado en Barcelona su periplo de actuaciones por Europa dirigiendo a la Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela con la integral de las sinfonías de Beethoven, el más popular y seguramente importante ciclo sinfónico de cuantos conocemos. Una proeza que realiza cuando aún es joven y con una formación  que ha escrito su historia con él y de la que ambos se retroalimentan. Y lo hace muchos años después de su actuación junto a una jovencísima orquesta en el Maestranza, ahora que eso sólo se nos antoja un eco. Dudamel granjeó su fama a través del programa educativo que él mismo promovió e incentivó en su tierra como forma de sacar de la pobreza y la marginación a miles de niños y niñas de Venezuela, algo que tuvo como principales adeptos a Claudio Abbado o Daniel Barenboim, que justamente pusieron en marcha sus propios retos de filosofía parecida y objetivos diversos. Proponer a una orquesta aún joven y todavía inexperta un reto de tanta envergadura como interpretar en tan sólo unos días las nueve sinfonías de Beethoven, y que Barenboim ya puso en marcha hace algunos años con su Orquesta del Diván, es un paso significativo tanto para él como para los jóvenes integrantes de la popular formación sudamericana. De momento podemos dar fe del resultado, según nuestros parámetros técnicos, expresivos y estéticos por supuesto, de las sinfonías 3 y 4, interpretadas en el segundo bloque, el mismo domingo en el que por la mañana se iniciaba el ciclo parece ser que con asistencia de la bella ex de Mario Casas y protagonista de A puerta fría.
 
Momento de la actuación de Dudamel y la
Sinfónica Simón Bolívar en el Palau
Capaz de dividir a crítica y afición entre su vibrante y brillante recreación de clásicos sudamericanos en Fiesta y su meliflua y blandengue versión de célebres páginas sinfónicas wagnerianas, de convencer a unos y no tanto a otras de su manera de abordar el conservadurismo inherente a los valses y polcas straussianas junto a la Filarmónica de Viena, no cabe duda de que su posición ante la Filarmónica de Los Angeles como director musical y su confesa admiración por el célebre compositor de bandas sonoras John Williams, nos dan idea de la controvertida y versátil personalidad del joven venezolano. Su aproximación al siempre fascinante mundo beethoveniano bebe también, según parece, de este desequilibrio que le caracteriza, de forma que frente a una poco lúcida (y lucida) Tercera, apreciamos una Cuarta más allá de las coordenadas que habitualmente definen esta página, descubriéndonos nuevos y muy creativos matices.
 
El carácter apoteósico de la Sinfonía nº 3 quedó menguado por una orquesta cuyos niveles técnicos no están todavía suficientemente depurados, lo que llevó a un sonido opaco y a menudo encorsetado, con una batuta incapaz de dar cohesión y equilibrio a la variedad de ideas que propone Beethoven, aún acertando a abordar el primer y segundo movimientos con un marcado carácter nostálgico e incluso agónico en el caso de la famosa marcha fúnebre. Tras un intrascendente scherzo, el finale lo asumieron con evidente sentido de la espectacularidad, por mucho que los numerosos efectivos convocados no lograran el empaste y la trasparencia que la obra exige. Mucho mejor quedó sin embargo la nº 4, ya con menos músicos en los atriles, lo que seguramente debió propiciar un mayor grado de compenetración y un más acertado equilibrio en una pieza que Dudamel abordó, como el resto del ciclo, sin partitura. Esta vez se amoldó con soltura y naturalidad al carácter alegre y desenfadado de la obra, pero sin restarle majestuosidad. Tras una introducción no ya misteriosa sino casi terrorífica, se adentró en el espíritu global de la sinfonía destacando su jovialidad y la viveza de sus colores y ritmos, acentuando su elegancia y lirismo, y permitiendo el lucimiento de los instrumentistas, especialmente maderas, que marcaron un punto elevado en esta integral que corresponderá a otros u otras juzgar en su totalidad. De momento el público ya está entregado y proclive a aplaudirle hasta la extenuación, haga lo que haga, como se pudo comprobar el pasado domingo por la noche en el polémico Palau de la Música Catalana. Por cierto, el sensacionalismo ha querido que se hable más del magnífico auditorio barcelonés por la corrupción y el expolio en sus cuentas que por el excelente plantel de artistas que propone esta temporada, que incluye a Cecilia Bartoli, Andras Schiff, René Jacobs o William Christie entre otros, y que se le dedique a Dudamel más atención mediática por su supuesta boda con María Valverde que por esta gira europea con el ciclo beethoveniano.

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