sábado, 21 de enero de 2017

UNA SEMANA DE HOMENAJE A EDUARDO GARCÍA MAROTO

Aunque comenzó su carrera ya en el cine sonoro, Eduardo García Maroto puede considerarse uno de los pilares fundamentales del cine hecho en nuestra tierra, sin el cual no se entenderían ni tan siquiera algunos de los logros fundamentales de nuestra cinematografía, que alcanzan hasta las once nominaciones a los Goyas logradas este año por El hombre de las mil caras de Alberto Rodríguez. Aunque nunca olvidada del todo, su figura reclamaba recuperación, admiración y homenaje; y eso es precisamente lo que se ha encargado de hacer el crítico y cineasta sevillano Miguel Olid en un comienzo de año que saludó el día 10 de enero, y hasta mañana domingo 22, una exposición en el Antiquarium con unas cincuenta fotografías que recorren su apasionante vida en el cine; y un seminario en el CICUS que tuvo lugar los pasados días 18 a 20, y en el que entre otras cosas se pudieron rescatar películas hoy difíciles de revisar como Los cuatro robinsones (1939), Mi fantástica esposa (1944) y Tres eran tres (1955).

Miguel Olid Suero
Su cine sin embargo se vio truncado por la Guerra Civil y el franquismo, que no supo entender la ironía de sus comedias y las fue censurando paulatinamente a pesar de que trabajó a las órdenes del régimen como montador de varios cortometrajes documentales sobre la guerra desde el lado falangista, así como de la mítica película propagandística Raza. Pero esa censura le llevó a reinventarse continuamente realizando todo tipo de trabajos en el cine, hasta que a mediados de los cincuenta desembarcaron en Andalucía las grandes productoras norteamericanas para abaratar precios en sus superproducciones y aprovechar las agradecidas condiciones climáticas de nuestra tierra. Así, el jienense García Maroto fue director de las unidades españolas de películas como Orgullo y pasión de Stanley Kramer, Salomón y la Reina de Saba de King Vidor, Espartaco de Stanley Kubrick, El coronel Von Ryan de Mark Robson, El regreso de los siete magníficos de Burt Kennedy, Villa cabalga de Buzz Kulik o Patton de Franklin J. Schaffner.

Como puede apreciarse todo un peliculero merecedor del sentido homenaje que ha recibido en esta semana que acaba, y que tuvo su broche de oro esta misma mañana con la presentación del libro que le ha dedicado el organizador del seminario y el ciclo, y comisario de la exposición, Miguel Olid, fruto de su tesis doctoral dirigida por el prestigioso catedrático retirado de la Universidad de Sevilla, Rafael Utrera. Ellos dos junto a uno de los hijos de García Maroto, Agustín, Decano de la Facultad de Comunicación de Valladolid, presentaron el libro, prácticamente secuestrado en Jaén, cuya Diputación, con Enrique Iznaola al frente, tanto está haciendo desde hace ya un buen número de años por el cine andaluz Esperemos que este interesante trabajo encuentre pronto una mayor difusión y podamos disfrutarlo como buen manual de trabajo que a buen seguro es. Especialmente sentidas y emotivas fueron las palabras de Agustín, que resaltó el carácter humano de su padre, sus valores y sus méritos como buen y humilde educador, a la vez que aprovechó para encajar con total naturalidad en su hermosa locución cuestiones muy de actualidad, como la miseria ética de quienes nos gobiernan, o el papel fundamental de la mujer como motor de esperanza, más allá de la mera igualdad de género. Según él un proceso como éste, fruto del trabajo, el mérito y la perseverancia de sus padres y de los artífices del libro, demuestra que no existen las casualidades sino las causalidades. Por su parte Utrera describió el proceso de gestación del libro como tesis doctoral, y Olid narró sus vicisitudes a lo largo y ancho de América y Filipinas para descubrir aspectos inéditos y relevantes de la figura del homenajeado. La directora de la Biblioteca Municipal Infanta Elena agradeció que fuera allí donde tuviera lugar tan relevante presentación cultural, pero en un gesto de humildad que mejor se hubiera ahorrado, confesó desconocer al cineasta para de esa errática forma enfatizar el trabajo “revelador” de Olid y Utrera.

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