domingo, 30 de octubre de 2016

YO, DANIEL BLAKE Apuntes para que entre todos y todas mejoremos el sistema

Título original: I, Daniel Blake
Reino Unido 2016 100 min.
Dirección Ken Loach Guión Paul Laverty Fotografía Robbie Ryan Música George Fenton Intérpretes Dave Johns, Hayley Squires, Sharon Percy, Briana Shann, Dylan McKiernan Estreno en el Festival de Cannes 13 mayo 2016; en el Reino Unido 13 mayo 2016; en España 28 octubre 2016

Que Loach insista en denunciar los problemas e injusticias de una sociedad que persiste en autodenominarse del bienestar no es nada malo ni reprochable, todo lo contrario. Si además lo hace de forma tan aseada y certera como en esta ocasión, aún mejor. El tema sometido a análisis en esta su película ganadora de la Palma de Oro en Cannes, es el de las trampas que pone la burocracia a la ciudadanía, especialmente la menos preparada y la que ha tenido menos oportunidades para sobrevivir a la vorágine en la que se ha convertido la vida para millones de personas. A Daniel Blake los médicos le han aconsejado que deje de trabajar para cuidar su delicada salud, pero los burócratas eso no lo entienden, todo lo someten a programas y procedimientos interminables y a veces ininteligibles, que acaban en desesperación y sumisión. Su encuentro fortuito con otra desarraigada de la sociedad, una joven madre soltera y sin preparación en una situación de crisis global, genera una colaboración que dejará entrever la capacidad del ser humano para ayudarse y encontrar un resquicio de felicidad en el respeto y la solidaridad. Sin aspavientos y con las dosis justas de conmoción e indignación, Loach teje una emotiva película que no encuentra soluciones a su denuncia pero deja bien claro que vivimos en una sociedad que no dista tanto del medievo, cuando el pueblo estaba sometido a los señores feudales, a los que hoy dan vida políticos, banqueros y burócratas. Lo peor es que el pesimismo y la desesperanza se ha adueñado tanto de la población que resulta difícil hasta encontrar empatía y sensibilidad a nuestro alrededor. Pero como no se trata de cargar las tintas ni de seguir el sempiterno guión preestablecido, Laverty y Loach se permiten soltar perlas en su película en las que tengan cabida también gente de buen corazón y mejor fondo. La gramática vuelve a ser concisa y sencilla, los resultados simplemente rozan la ejemplaridad. Sólo cabe reprochar dos cosas, la definición de los personajes, sin fisuras ni estridencias, buscando la complicidad del espectador, y que éste, al que va dirigida la cinta, esté suficientemente concienciado sobre los temas tratados, mientras que el que no lo está sea precisamente el que ni siquiera se digne a pisar la sala de proyecciones.

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