domingo, 12 de junio de 2016

EDDIE EL ÁGUILA Fábula sobre el esfuerzo y la confianza en uno mismo

Título original: Eddie the Eagle
Reino Unido 2016 105 min.
Dirección Dexter Fletcher Guión Simon Kelton y Sean Macaulay Fotografía George Richmond Música Matthew Margeson Intérpretes Taron Egerton, Hugh Jackman, Christopher Walken, Jim Broadbent, Jo Hartley, Keith Allen, Tim McInnerny, Iris Berben, Edvin Endre, Mads Pettersen, Marc Benjamin, Rune Temte Estreno en el Festival de Sundance 26 enero 2016; en Estados Unidos 26 febrero 2016; en España 10 junio 2016

El director del musical Amanecer en Edimburgo y los productores y protagonista de Kingsman han fijado su atención en una de esas historias reales que, convenientemente aderezadas para convertirla en fábula amable y edificante, dan lugar a eso que en inglés se llama una Feel-Good Movie, es decir una película de esas de las que se sale satisfecho y moderadamente encantado del cine. Una hazaña que merece contarse, ya se sabe que nada mejor que el cine para afianzar en la posteridad cualquier anécdota que desde el noticiario y el documental corre el riesgo de perderse en la memoria. Se trata de la historia de Eddie Edwards, el primer competidor británico en unos juegos olímpicos de invierno en la categoría de salto de esquí. La historia está contada desde la siempre eficaz fórmula del esfuerzo y la perseverancia de quien no desfallece nunca, a pesar de ser consciente de sus limitaciones, y Edwards tenía muchas, con el valor añadido de que por una vez tampoco necesita demasiado apoyo ni confianza de nadie, por mucho que su entrenador y su madre se lo presten casi sin reservas. Egerton no duda en afearse y sujetarse a mil y una muecas para tratar de emular a su personaje, por mucho que las secuencias de archivo que ilustran los títulos finales evidencien que el protagonista era aún más desfavorecido y reflejaba aún más su falta de recursos naturales. Pero lo cierto es que Eddie el Águila es un film que se ve con agrado, sin estridencias, beneficiándose además de un estilo muy ochentero (la década en la que se ambienta), y saludablemente nostálgico. La definición, siempre desde la amabilidad y la sutileza, de los personajes es otro de los alicientes de una película que se ve sin esfuerzo y provoca una estimulante sensación de bienestar.

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