sábado, 14 de mayo de 2016

UN ELIXIR DE AMOR DE ACROBACIAS, LUZ Y COLOR

L'elisir d'amore. Ópera de Gaetano Donizetti. Libreto de Felice Romani. Yves Abel, director musical. Íñigo Sampil, director del coro. Víctor García Sierra, dirección de escena y escenografía. Enrico Fontana de Rangoni, escenografía. Marco Guyón, vestuario. Juan Manuel Guerra, iluminación. Intérpretes: María José Moreno, Joshua Guerrero, Massimo Cavaletti, Kiril Manolov, Leonor Bonilla. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Producción de Nausica Opera International de Parma. Teatro de la Maestranza, viernes 13 de mayo de 2016

La pintura y la ópera volvieron a darse la mano en el Maestranza consecutivamente después de la reposición de El barbero de Sevilla de Carmen Laffón, ahora con un Elixir de amor inspirado en el universo de Fernando Botero, y más concretamente en su serie El Circo. Dice el responsable artístico de esta producción de la Ópera Internacional Nausica de Parma, y también barítono Víctor García Sierra, que vio en los personajes diseñados por Botero para esa colección a Adina, Nemorino, Belcore y Dulcamara, y de ahí le vino la inspiración para trasladar la acción de un pueblo del País Vasco francés de finales del siglo XVIII a un circo colorista de primera mitad del XX, contando para ello con la colaboración directa del famoso pintor colombiano. El experimento tuvo su puesta de largo en el Teatro Verdi de Busetto en febrero de 2014 con notable éxito de público, que se ha visto revalidado en su comparecencia sevillana. Se trata pues de una colorista puesta en escena, jovial, alegre y desenfadada en la que acróbatas, actores y cantantes conviven en un escenario frecuentemente saturado y atento a multitud de detalles. No por eso se trata de una escenografía compleja, sino todo lo contrario, tan sencilla como un decorado para niños, atrapando toda la inocencia e ingenuidad del personaje central, Nemorino, ese que entona una de las más memorables y características páginas de la ópera popular, Una furtiva lágrima. Lástima que no haya ni rastro en el programa y libreto de los estupendos acróbatas que entretienen y vigorizan la función, especialmente la pareja de trapecistas y el forzudo patinador, que aparecen camuflados entre la figuración. Desde aquí un reconocimiento sincero y agradecido a su excelente trabajo, inédito en un escenario lírico como éste.

Igual que la escenografía destaca la ingenuidad casi infantil de Nemorino, inmerso en una trama poco plausible pero efectiva a la hora de reflejar lo complicados que somos los humanos para relacionarnos entre sí, especialmente cuando de enamorarse se trata, acierta también, apoyándose en lo grotesco, a remarcar el carácter caprichoso de Adina, chulesco de Belcore y majadero de Dulcamara, ayudados por un impecable trabajo interpretativo de los y las cantantes. La sevillana Leonor Bonilla, reciente su triunfo en el Carmina Burana que nos ofreció la OCNE, hizo gala de unos excelentes agudos y una voz perfectamente colocada en su breve intervención vocal, que no escénica, donde sí se luce generosamente como Gianetta, lo que unido a su belleza y juventud hace que deseemos verla ya en papeles de mayor enjundia. Kiril Manolov prestó comicidad y descaro a su personaje del embaucador Doctor Dulcamara, con voz poderosa y autoritaria en una línea de incontestable corrección. Massimo Cavaletti fue divertido en su interpretación, destacando el carácter fanfarrón y descarado de su personaje, pero acusó una voz menos definida y más titubeante, mientras Joshua Guerrero empezó su cavatina inicial, Quanto é bella, algo anquilosado, para poco a poco convencer sobradamente con una voz suave, de proyección generosa y articulaciones ricas y flexibles, desembocando en una Lacrima furtiva conmovedora. Fue una delicia disfrutar de la voz personal, de fraseo elegante y dominio técnico absoluto de la granadina Mª José Moreno, lo que unido a su efervescente actuación dramática, hizo de su Adina un escalón fuerte y preciso en su satisfactoria carrera.

El espectáculo se benefició también de una lectura ágil y vigorosa del prestigioso Yves Abel, atento a las voces, delicado en los momentos más sutiles, como el dúo Chiedo all’aura y el aria Prendi, per me sei libero. En los pasajes más típicamente rossinianos hizo gala de su buen y enérgico pulso, recibiendo la respuesta perfecta de una orquesta volcada en ofrecer buen espectáculo. Igual que el coro, que en este título tiene una presencia considerable y que de nuevo brilló en todos los aspectos; lástima que su buena intervención no se completara con unas coreografías que más bien parecian pachangueras. En resumen, una función en la que casi todo salió bien, de engranajes bien engrasados y resultados encantadores, pero sin llegar a lo excelso, lo fascinante, o en este particular caso, la magia pretendida, que ya son palabras mayores difíciles de alcanzar. Pero disfrutable y entretenida, digna y eficiente, sin duda.

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