miércoles, 18 de mayo de 2016

GREGORIO BENÍTEZ, UN PIANISTA SERIO Y COMPROMETIDO

Ciclo Jóvenes Intérpretes. Gregorio Benítez, piano. Programa: Sonatina in signo Joannis Sebastiani Magni, de Busoni; Contrapunctus I de Die Kunst der Fuge, de Bach; Prélude, Choral et Fugue, de Franck; Sonata nº 21 Op. 53, de Beethoven; Le Loriot y Le Traquet Stapazin de Catalogue d'oiseaux, de Messiaen; Preludio, Diferencias y Toccata, de Castillo. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, martes 17 de mayo de 2016

Natural de Ubrique, Gregorio Benítez ha sabido aprovechar muy bien sus treinta años para después de cierto periplo como concertista en distintos puntos del globo, decidir que su vocación real pasa por la investigación y la docencia, en un reconocimiento de madurez que le honra como persona y artista. Y no porque su pianismo no sea competente y no pueda enfrentarse a un amplio repertorio; los resultados de su concierto en Sevilla lo desmienten, aunque haya que sacarle punta tanto a su técnica como a su expresividad. Pero el amplio rango temático y temporal al que se enfrentó en esta cita le hacen merecedor de tanta admiración como respeto, más cuando todo el concierto lo interpretó de memoria y apreciándose en él tan alto grado de concentración. Pero es cierto que es en su trabajo con la ornitología de Messiaen, por el que confiesa sentir auténtica fascinación, y lo demuestra dedicándole su tesis, donde el trabajo de Benítez logró sus mayores réditos.

Atacó seguidas la Sonatina nº 5 de Busoni y el Contrapunto I de El arte de la fuga de Bach, lógicamente con el primero analizando y diseccionando una vez más al genial compositor alemán, esta vez a partir de su Fantasía y Fuga BWV 905. Su pulsación aquí fue ciertamente precisa y contundente, superando sus considerables dificultades técnicas, pero acaso demasiado seca, sin acentuar su notable belleza, en el caso del segundo, quizás en busca del mayor respeto sonoro al clavicémbalo original. El romanticismo se le fue un poco de las manos a causa no tanto de diversos deslices técnicos como de evidente falta de un vuelo lírico que adornara con más poesía unas páginas generosas en ella, muy apreciable en el Rondó final de la Sonata Waldstein de Beethoven. Franck no resultó suficientemente sublime, y aunque Benítez exhibió destreza, apenas controló esos pianissimi que le dan singularidad a la obra y potencian su calidad expresiva. Con Beethoven estuvo concentrado y vigoroso según procedía, aunque no animado, ya que imprime su estilo de una apreciable y no siempre justificada tristeza. Dominio de las dinámicas sí que exhibió en este extraordinario trabajo.

De Messiaen y su Catálogo de Pájaros, obra producto de la pasión por la ornitología del autor francés, y en la que el joven pianista se ha convertido en un especialista, eligió Le loriot (Oropéndola) y La traquet stapazin (Colalba rubia). La primera forma parte del Libro I y la segunda constituye el II en su integridad, de un total de siete en los que se articulan las trece piezas del ciclo. Se nota que Benítez es un especialista en la materia, pues fue aquí donde ofreció lo mejor de su arte, con unas lecturas concienzudas, precisas y muy meditadas, que en la práctica se hicieron tan amenas que sus casi veinticinco minutos pasaron volando. Piezas que no sólo evocan el sonido de los pájaros invocados, sino también el espacio geográfico en el que se desenvuelven, y que Benítez desgranó con imaginación y mucha creatividad. La pieza de Castillo que vino a continuación no pudo borrar la fascinante impresión que provocó la intervención del autor de Turangalila, pero encontró en el personal estilo de Benítez el vehículo perfecto para mostrar su ingenio y rara belleza. Si sigue cultivando una carrera concertística, habrá que estar atento.

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