jueves, 10 de marzo de 2016

FEMÁS 2016: CLAN SONADORS. CINCO A TRES, SCHUBERT ENVUELTO E INTERVENIDO

33ª Edición Festival de Música Antigua de Sevilla. Clan Sonadors: Diego Montes, clarinete y dirección; Rafael Mira, trompa; Luis Castillo, fagot; Mariarosaria D’Aprile y Miguel Romero, violines; José María Ferrer, viola; Mercedes Ruiz, violonchelo; Roberto Barroso, contrabajo. Programa: Octeto D.803, de Schubert; Treibgut II, de Stiegler. Espacio Turina, miércoles 9 de marzo de 2016

Ni los integrantes ni las familias instrumentales son
siempre los mismos
Clan Sonadors se nutre mayoritariamente de profesores de la Barroca y la Sinfónica para ofrecer repertorios con especiales exigencias de plantilla. Un estimulante quinteto de cuerda frente a un deslavazado y destemplado trío de vientos se aliaron en la que fue una desigual interpretación del suculento Octeto de Schubert. No contento con el reto, el carismático Diego Montes se encargó de dirigir y dar forma al evento con una consigna, no dejar indiferente a nadie. Para ello no se limitó a ofrecer la partitura tal cual sino que la adornó con intercalaciones de una pieza moderna, intervenciones de dos actores dando didácticas explicaciones sobre Schubert, el rito de asistir a un concierto o la evolución de la propia música, así como invitaciones al público para convertir en música la fastidiosa costumbre de desenvolver caramelos.

Demasiados artificios para que lo que verdaderamente importa, la música, no sonara con las garantías expresivas y técnicas que merece. Si bien es cierto que quedó manifiesta la intimidad latente pero a gran escala de la pieza, funcionó mejor el carácter lírico y envolvente de la cuerda que el más gozoso y colorista de las maderas, con un Montes que articuló su liderazgo al clarinete con incomprensibles síntomas de desgana, evidente por ejemplo en el Adagio, donde por el contrario sí pudimos disfrutar de la voluptuosidad de Ruiz al violonchelo, perfectamente secundada por Barroso al bajo, que ya intervino en la interpretación que de la obra se hizo hace año y medio en el ciclo de cámara de la ROSS.

El Octeto de Schubert exige una interpretación abierta y transparente en la que prime la responsabilidad colectiva aunque se potencie también la individualidad de cada intérprete. Los continuos desajustes de una trompa en desgracia, salvo en el Menuetto y Allegro finales, enturbiaron los resultados, aunque en la cuerda las prestaciones de D’Aprile fueran en todo momento extraordinarias, tanto en ornamentaciones como en sus primaverales melodías. Funcionó el espíritu de divertimento, más jovial que relajado, pero no su carácter melancólico donde procede, no obstante se acertara en no derivar en ningún momento hacia lo trágico. El acento hipnótico casi obsesivo de la pieza de Thomas Stiegler quedó plasmado con enorme sentido de la disciplina y la medida en los dos interludios destinados a desglosarlo.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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