miércoles, 2 de diciembre de 2015

NADIE QUIERE LA NOCHE Aprendiendo a sobrevivir

Título internacional: Nobody Wants the Night
España-Francia-Bulgaria 2015 118 min.
Dirección Isabel Coixet Guión Miguel Barros Fotografía Jean-Claude Larrieu Música Lucas Vidal Intérpretes Juliette Binoche, Rinko Kikuchi, Gabriel Byrne, Matt Salinger, Velizar Blinev, Ciro Miró, Reed Brody Estreno en el Festival de Berlín 5 febrero 2015; en españa 27 noviembre 2015

Hay que remontarse a 1998 (A los que aman) para encontrar la única incursión de Coixet en el cine de época antes de ésta, un nuevo eslabón en una filmografía irregular y variopinta en la que ha alternado frecuentemente el documental con la ficción. Con apenas unos meses de diferencia con su anterior film, Aprendiendo a conducir, Nadie quiere la noche se estrena como uno de sus títulos más ambiciosos, entroncando con ese cine de marcado carácter internacional que también ha cultivado en películas como Elegy o Mi otro yo. La odisea de Josephine Peary, una rica y autoritaria neoyorquina, en busca de su marido, Robert Peary, aventurero y explorador de quien se dice fue la primera persona en llegar al Polo Norte, en 1909, le sirve a la directora catalana para trazar un retrato de mujer fuerte y comprometida a la vez que terca y miserable, que irá domando su soberbia y prepotencia al enfrentarse a la todopoderosa naturaleza en condiciones tan hermosas como adversas. En esta cruzada le acompañará primero otro explorador occidental, desencantado y envejecido, Gabriel Byrne (Sospechosos habituales), ya sin fuerzas para hacer frente a tormentas y avalanchas, y después una esquimal, Rinko Kikuchi (Babel, Mapa de los sonidos de Tokio, también de Coixet), superviviente nata, afín al entorno y optimista irredenta. Con ella la protagonista aprenderá a respetar y ser más tolerante, a sufrir las inclemencias del tiempo y las circunstancias y sobreponerse a sus propias debilidades. La ayuda de una excelente fotografía y una magnífica Juliette Binoche moldeando en su personaje todos estos matices, son perfectos aliados para conseguir un film al menos estimable. Lástima que el ritmo no sea siempre el adecuado, que la realizadora se empeñe en alejarse tanto del temperamento de sus personajes hasta convertir el producto en algo frío y muy calculado, y que el desenlace resulte insatisfactorio a todos los niveles posibles.

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