martes, 8 de diciembre de 2015

EL PUENTE DE LOS ESPÍAS Aroma clásico con suntuosa puesta en escena

Título original: Bridge of Spies
USA 2015 135 min.
Dirección Steven Spielberg Guión Matt Charman, Ethan y Joel Coen Fotografía Janusz Kaminski Música Thomas Newman Intérpretes Tom Hanks, Mark Rylance, Amy Ryan, Scott Shepherd, Sebastian Koch, Austin Stowell, Will Rogers, Dakin Matthews, Billy Magnussen, Eve Hewson, Peter McRobbie, Domenick Lombardozzi, Michael Gaston, Nadja Bobyleva Estreno en Estados Unidos 16 octubre 2015; en España 4 noviembre 2015

Spielberg no hace películas sencillas, las hace grandes. Gustarán más o menos, ésta seguramente no será un éxito de taquilla, pero las hace grandes. El público le demanda cine espectáculo y a él le gusta contar sus historias con gran despliegue de medios. Por eso se rodea de los mejores profesionales, los cineastas más curtidos y competentes y consigue resultados tan gratificantes como éste, en el que ambientación, fotografía, música o interpretación van de la mano, se complementan y se ponen a las órdenes de uno de los más grandes para acabar haciendo gran cine. Un tal Richard Roeper, crítico del Chicago Sun-Times, define la película como una adaptación de John Le Carré dirigida por Frank Capra, y atina a la perfección porque se trata efectivamente de un film de espionaje en época de la Guerra Fría en el que un personaje se enfrenta a todos los sistemas, el americano, el ruso y el alemán del este, para hacer prevalecer la justicia, la verdad y los valores supremos del ser humano, pasando por encima de quien haga falta y arriesgándolo todo en la empresa, incluso a su familia. El guión lo firman Matt Charman, responsable de otra cinta de intriga bélica estrenada este año, Suite francesa, y los hermanos Coen, a quienes se les nota la mano especialmente en los toques de humor presididos por la ironía. Un arranque espectacular en un Nueva York de principios de los sesenta recreado con una precisión extraordinaria y con un magistral manejo del montaje y la fotografía, nos llevan a una primera parte en la que el realizador define a su protagonista con la misma precisión, un agente de seguros que tiene bien aprendida la estrategia del buen profesional, basada en el riesgo y la probabilidad. Su férrea confianza en los valores esenciales del hombre y sus derechos queda también magníficamente plasmada, de forma que a partir de ahí sus pasos hacia la verdadera justicia y la salvación de vidas humanas, resultarán tan creíbles como admirables. De una película de juicios pasaremos a otra de espionaje, con vocación de clásico, fijando su mirada en los grandes títulos del género y recuperando ese estilo añorado que caracteriza los filmes sobre el tema que dirigieran Alfred Hitchcock, Carol Reed o Fritz Lang entre otros. Todo hasta ahora emocionante y gloriosamente cinéfilo; hasta que la emoción empieza a decaer y surgen los arquetipos, como ese Berlín siempre frío y oscuro frente a una América luminosa y alegre, o esos rusos habitualmente siniestros y embaucadores, aunque en este sentido también los agentes americanos, especialmente CIA y FBI, reflejan manipulación y falta de escrúpulos. Todo para derivar en un final con considerables dosis de tensión en el que emerge de nuevo el gran cine que supuso su impresionante arranque. Spielberg es un clásico y su cine rezuma tal aroma; para eso cuenta con un equipo de incondicionales entre los que destacan Michael Kahn en el montaje, colaborador suyo desde siempre, y Janusz Kaminski en la fotografía, a su lado desde La lista de Schindler. Lástima que Thomas Newman haya tenido que sustituir a última hora a otro de sus incondicionales, un octogenario John Williams intervenido de urgencia cuando debía encargarse de la partitura; ya afortunadamente recuperado. En el que debiera haber sido su vigésimo séptimo trabajo juntos, Williams ha cedido el relevo, esperemos que provisionalmente, a Newman, que sin renunciar a su propio e inconfundible estilo se permite también homenajear al más admirado de los compositores de cine en más de un pasaje. En el apartado interpretativo nada más que felicitar a Tom Hanks, gran actor donde los haya y responsable también en gran parte de esa magnífica definición a la que se somete su personaje. A su lado, Amy Ryan pone el perfecto contrapunto de cordura y apoyo, con una caracterización que enmarca perfectamente el estilo de bienestar americano. La sorpresa viene de Mark Rylance, veterano del teatro que aquí compone un espía ruso multidimensional y humanamente irreprochable, sonando ya como firme candidato a acumular premios; el de la Crítica de Nueva York ya lo ha conseguido. En el camino Spielberg realiza una sutil crónica del absurdo de la guerra, fría o caliente, del antagonismo entre pueblos y países, de la sinrazón y el ridículo de vivir esta vida y en este mundo como si fuéramos a ser eternos.

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