jueves, 5 de noviembre de 2015

ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA Y PROYECTO ATALAYA: DISFRACES CATEDRALICIOS

Proyecto Atalaya 2015. Orquesta Barroca de Sevilla. Julia Doyle, soprano. Enrico Onofri, director. Programa: Astro Nuevo: En torno a Rabassa (Obras de Vicente Basset, Pedro Rabassa, Juan Manuel González Gaitán, Juan Pascual Valdivia y Antonio Ripa). Iglesia de la Anunciación, miércoles 4 de noviembre de 2015

Preciosa portada cortesía de la Fundación
Focus-Abengoa
Sale ahora a la luz el magnífico disco que la Orquesta Barroca de Sevilla grabó en noviembre de 2012 en torno a la música de Antonio Ripa, que fuera maestro de capilla de la Catedral Hispalense. Una grabación que siguió inmediatamente al concierto que por primera vez en doscientos años presentó su música en este mismo escenario, dentro del ambicioso Proyecto Atalaya auspiciado por la extensión cultural de la Universidad. En aquella ocasión, como en tantas otras posteriores en las que hemos escuchado música en tan magnífico templo, la afición se ha quejado no sin razón de las malas condiciones acústicas del recinto, más perceptibles conforme nos alejamos del escenario, hasta el punto de que más allá de la cuarta fila la música parecía proceder de una estancia contigua. Por fin el inconveniente se ha paliado con la instalación de una concha acústica que ayuda a mantener un poco más concentrado el sonido, sin bien desde nuestra posición privilegiada en primera fila apenas conseguimos comprobar algunas mejorías. Lástima que la solución práctica atentara a la estética, lo que una vez más nos hace plantearnos el porqué de la insistencia de la Universidad por celebrar estos conciertos en este lugar, por otro lado emblemático, cuando dispone de recintos mejor equipados y acondicionados.

En cuanto a la conveniencia de rescatar las músicas a menudo perdidas, o archivadas sine die en bibliotecas y templos repartidos por la geografía española, no cabe duda de que la práctica merece ser aplaudida. En muchos de estos casos debemos la rehabilitación de este patrimonio al musicólogo Juan María Suárez Martos, consciente de que la memoria cultural de nuestro pueblo bebe indefectiblemente de la música que sonó en cada momento, y muy especialmente de la que se compuso al amparo de las corrientes procedentes de nuestro acervo histórico y del entorno geográfico que nos circundaba, muy especialmente las que provenían de la siempre creativa Italia. Hace muy bien la Barroca en recuperar estas partituras y ofrecerlas en las mejores condiciones posibles, y comprendemos que con fines comerciales basen casi exclusivamente su producción discográfica en estos maestros olvidados y raramente grabados. Pero constatamos también la necesidad de disfrutar de nuestra orquesta en repertorios más populares e incluso trillados, que permitan calibrar su excelencia en comparación y equiparación con otros conjuntos de fama internacional. Sin duda es estupendo contar con los medios y recursos para recuperar este patrimonio cultural de la ciudad, pero sin olvidar ese otro repertorio que ha sido bendecido a lo largo de los años con el tan codiciado calificativo de lo magistral.

Julia Doyle
Enrico Onofri es de todas las batutas que han pasado por la Barroca la que más se ha implicado en el Proyecto Atalaya. Sin ir más lejos, los conciertos y grabaciones de la música que Pedro Rabassa y Antonio Ripa compusieron para la Catedral de Sevilla se deben a su dirección. La propuesta de este año ha sido ampliar el catálogo de estos dos compositores y contextualizarlos junto a otros que trabajaron en la misma época, segunda mitad del S. XVIII. Para ello el maestro italiano extrajo de la orquesta un sonido a menudo ampuloso y solemne, sin olvidar las afectaciones y maniqueísmos que a menudo caracterizan su estilo y que contribuyen a dar al conjunto un aire pomposo pero agradable, en este caso además muy adecuado. En sus solos al violín Onofri desplegó su habitual destreza y energía sin traicionar su sonido sedoso, nada crispado, puede que incluso algo almibarado. Lástima que la intervención de las trompas en la cantada Eternamente triste de Juan Manuel González Gaitán, maestro de capilla de la Catedral de Córdoba, no estuviera al mismo nivel que el resto de los instrumentos; seguramente la Barroca debería programar más música con intervención de metales, darles así más juego y más ocasión para ir depurando su rendimiento. La soprano inglesa Julia Doyle desplegó un canto lleno de dulzura y contención, sólo alterado por ocasionales sobreagudos, manteniendo un registro homogéneo, sutil y muy atento a los matices y la declamación. Triunfó en el bellísimo villancico Corred, corred pastores de Rabassa y en la sobria y hermosa lamentación de Ripa, en un programa que reunió también a Vicente Basset, cuya pompa justificó la influencia de maestros como Farinelli, y Juan Pascual Valdivia, maestro de capilla de la Colegiata de Olivares. Una oferta que evidenció cómo estos ingeniosos músicos disfrazaron de música sacra, a través fundamentalmente de los textos, obras de indudable sabor profano muy deudoras de las influencias importadas de Francia, Alemania e Italia, aunque en ese momento en aquellos países ya estuviera sonando otra cosa; otro factor que demuestra lo importante que es recuperar, estudiar y analizar estas singulares e imperecederas obras.

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