domingo, 13 de septiembre de 2015

MA MA Del dolor a la felicidad a través de la generosidad

España 2015 111 min.
Guión y dirección Julio Medem Fotografía Kiko de la Rica Música Alberto Iglesias Intérpretes Penélope Cruz, Luis Tosar, Asier Etxeandía, Teo Planell, Silvia Abascal, Álex Brendemühl, Anna Jiménez Estreno 11 septiembre 2015

Si descontamos el episodio que dirigió para la película conjunta 7 días en La Habana, hacía cinco años que Julio Medem no ofrecía un nuevo largometraje, desde que estrenó Una habitación en Roma. Auspiciado por Penélope Cruz, también productora de la película, seguramente orgullosa y concienciada con su maternidad, la nueva propuesta del director vasco se nos antoja a algunos como una de las más redondas y eficaces de su filmografía, sólo superada por Los amantes del Círculo Polar y su rotunda poesía. Se trata de su película más convencional en términos narrativos, sencilla argumentalmente y corpórea en sentido emocional. Un homenaje sincero y directo a la maternidad, al amor más generoso posible y la transición del dolor más absoluto a la felicidad más plena a través de dicho amor infinito e incondicional. Para ello cuenta con una Penélope Cruz entregada al máximo, capaz de transmitir ese amor y esa generosidad a través de una interpretación luminosa, llena de ternura, en la que sus relaciones con los demás personajes de la cinta nos pone el corazón en un puño, gracias a unos diálogos puede que almibarados pero llenos de sentimiento y sensibilidad. No son ajenos al acabado de esta cinta de emociones a flor de piel la espléndida fotografía de Kiko de la Rica y la hermosa partitura de Alberto Iglesias, ausente del cine de Medem desde Lucía y el sexo; su música además del personaje de Penélope y algunos detalles de guión, como ese ginecólogo cantante al que da vida el poco aprovechado en nuestro cine Asier Etxeandía, acercan esta película como ninguna antes de Medem al espíritu de Almodóvar. Hay aquí sin embargo más elegancia natural y sensibilidad poética que en el cine del manchego, a pesar de que muchos y muchas quieran no ver más que impostura. Medem nos está contando un cuento utilizando una estructura narrativa simple y sencilla, buscando por supuesto la lágrima, pero sólo como recurso para llegar de forma más directa a nuestras almas, y todo a pesar de algunos adelantos de montaje que juegan con la preparación del público y le dan un toque muy especial a su acabado formal. El mayor acierto del film reside en contar una historia durísima y sin embargo conmover con la ternura, con los momentos felices, los diálogos entre madre e hijo, el apoyo al compañero desgraciado ejemplarmente interpretado por Luis Tosar en un registro más emotivo de lo habitual, el cariño del esposo fugado y el respeto de una enfermera agradecida, no en vano interpretada por Silvia Abascal. Todo un conjunto humano y espiritual que refleja a través de pequeños momentos de vida, algunos sin importancia, cómo se puede vivir el dolor a través de la esperanza, la generosidad y la felicidad, propia y especialmente ajena. Una película hermosa.

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