domingo, 13 de septiembre de 2015

HOPPE, VARDÁI Y HOFFMAN: AMBIENTE SOLEMNE Y CONTENIDO EN EL FESTIVAL TURINA

5º Festival Internacional de Música de Cámara Joaquín Turina. Esther Hoppe, violín. István Vardái, cello. Benedicte Palko y Beng Forsberg, piano. Gary Hoffman, cello. Programa: Trío para violín, cello y piano en Si bemol D898, de Schubert; El Jueves Santo a medianoche Op.2, de Turina; Sonata para cello y piano en re menor H125, de Bridge.
Sala Joaquín Turina, viernes 11 septiembre 2015

Esther Hoppe
La oferta del Festival Turina del viernes incluyó la consabida pieza del compositor sevillano junto a dos monumentales obras de compositores en los extremos del romanticismo musical, el incipiente representado en Schubert y el tardío con injerencias modernistas de Bridge. Un ambiente recogido y contenido en el que la excelente calidad de los intérpretes convocados se vio reforzada por el magisterio y la personalidad del violonchelista canadiense Gary Hoffman.

El Trío con piano D898 de Schubert es una obra repleta de melodía y detalle, en la que la joven violinista suiza Esther Hoppe sometió su talento y habilidad a las exigencias de una pieza que combina lirismo y serenidad en su primer movimiento, para derivar en el scherzo en pura chispa y robustez merced al violonchelista húngaro István Vardái, quizás algo corto y menos contundente en los registros más graves. Una interpretación que se benefició de la ligereza y la fluidez que supieron insuflarle los artistas, a lo que no fue ajena Palko, que con su pianismo contribuyó al carácter amable y equilibrado de la obra, lográndose en general una muy adecuada sensación general de ensoñación. Los acordes familiares pero austeros que introducen el Jueves Santo a medianoche de Turina, encontraron en Hoffman el equilibrio exacto para no derivar en el postizo en que corre el peligro de convertirse. A partir de ahí el dechado de lirismo del violonchelista fluyó con acierto y generosidad para convertirla en una versión de referencia de la pieza.

István Vardái
La poco divulgada Sonata para cello y piano del compositor británico Frank Bridge fue abordada por Hoffman y Forsberg con un derroche de misticisimo sólo enturbiada con la incomodidad que evidenció el canadiense por falta de iluminación, sin que nadie en la organización se dignara a atender. La pieza transita entre la tonalidad del allegro inicial, resuelto con amplias dosis de lirismo, generoso sentido del romanticismo y un sonido denso y maleable, suave como el visón; y los tortuosos cromatismos del adagio que los intérpretes no acertaron a reflejar. Su estética continuó estando más cerca del lirismo romántico que del más indicado ácido y agitado de este segundo movimiento, no obstante acabar revelándose una interpretación suficientemente satisfactoria.

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