domingo, 31 de mayo de 2015

TOMORROWLAND: EL MUNDO DEL MAÑANA Un baño de optimismo

Título original: Tomorrowland: A World Beyond
USA 2015 130 min.
Dirección Brad Bird Guión Damon Lindelof, Brad Bird y Jeff Jensen Fotografía Claudio Miranda Música Michael Giacchino Intérpretes Britt Robertson, George Clooney, Raffey Cassidy, Hugh Laurie, Tim McGraw, Thomas Robinson, Pierce Gagnon, Matthew MacCaull, Kathryn Hahn, Keegan-Michael Key, Judy Greer, Lochlyn Munro, Chris Bauer, Paul McGillon, Raiden Integra Estreno en Estados Unidos 22 mayo; en España 29 mayo 2015

De la televisión (Los Simpson) al cine de animación tradicional (El gigante de hierro) y digital (Los increíbles, Ratatouille), Brad Bird se ha forjado una carrera muy satisfactoria como creador de ilusión a través de la creatividad y la imaginación. Su paso al cine de acción real con la cuarta entrega de Misión Imposible logró convencer también a público y crítica, haciéndonos ahora entrega de un producto tan bien acabado formalmente como estimulante en su mensaje de optimismo y esperanza frente al caos en el que el siglo XXI está sumiendo al planeta Tierra. Naturalmente como producto Disney que es insiste en la existencia de un más allá que manipula nuestro destino y comportamiento, un Dios con forma de realidad alternativa, una apariencia de futuro en una dimensión paralela generada a partir de las mentes más privilegiadas de éste, generalmente científicos y artistas. No es mala idea, y da qué pensar, sobre todo al público joven al que indisimuladamente va dirigida. Somos testigos pasivos de en lo que se está convirtiendo nuestro mundo, entre guerras, intrigas de poder y corrupción y catástrofes no tan naturales como cabría pensarse. Bird y un inmejorable equipo técnico, entre el que se encuentra una segunda unidad española, consiguen dar al film un acabado tan luminoso y optimista como el futuro que propone, en un ejercicio de nostalgia que recuerda al cine ochentero, con guiños a Speilberg y Star Wars incluidos, y nos aleja de la estética siniestra y pesimista en la que nos ha sumergido la vorágine de acontecimientos experimentados en lo que llevamos de milenio, y que refleja las profecías deslizadas por autores literarios como Orwell, Huxley o Bradbury. Disney reivindica aquí a visionarios como Verne, Tesla, Eiffel o Edison para lanzar un mensaje de optimismo y contagiar a las nuevas generaciones, desencantadas y resignadas, para que tomen partido y ayuden a construir un futuro mejor. Con estos ingredientes está claro que la propuesta recupera el verdadero espíritu de la ciencia-ficción, con postulados y teorías científicas quizás poco probables pero en cualquier caso estimulantes. Y lo más brillante, dentro de un ejercicio conmovedor y altamente emotivo, es que confía esa misión a gente de la cultura, las artes y la ciencia; no hay políticos naturalmente, aunque sí se cuelan jueces y juezas, así que Manuela Carmena se salva... y lo dicen los americanos, ¡cómo estará el patio! Deslumbrante en su puesta en escena, con una Ciudad de las Ciencias y las Artes de Valencia, obra del polémico Calatrava, inspirando todo el resto del diseño de producción, combinado con una referencia inequívoca al mundo de Oz, Bird consigue un producto trepidante con ocasionales caídas de ritmo e interés que podrían haberse salvado en la mesa de montaje, aligerando su metraje y sacrificando secuencias inútiles. Acierta en el viaje nostálgico a los sesenta con el que arranca la película, exhibiendo el encanto de la ingenuidad del momento y homenajeando el origen de esos parques temáticos que desde entonces han proliferado a todo lo ancho y largo del planeta. Sus intérpretes, salvo alguna estridencia en la protagonista, una Britt Robertson actualmente en pantalla también con El viaje más largo, cumplen eficazmente. En el guión se cuelan matices que han hecho de las comedias del Canal Disney un paraíso de alegría y jocosidad, donde la pedantería de los niños convence con más naturalidad que la que exhiben los de esta película. Por supuesto los efectos visuales coronan un producto impecable en el que la luminosa y colorista fotografía y la melódica y enérgica música ayudan considerablemente a transmitir ese mensaje de esperanza que informa la empresa, aunque en su discurso algunos detalles queden sin resolver o no lo hayan hecho convenientemente.

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