martes, 26 de mayo de 2015

LA SERVA PADRONA: CLUB DE LA COMEDIA SIN ARTE

“La serva padrona” de Giovanni Battista Pergolesi. Vanni Moretto, dirección musical. Rafael R. Villalobos, dramaturgia y dirección escénica. Maria Keohane, Furio Zanasi y Verónica Moreno, intérpretes. Teatro Lope de Vega, lunes 25 de mayo de 2015

La soprano sueca Maria Keohane
Sin duda la posibilidad de programar óperas de la mano de nuestra Orquesta Barroca resulta atractivo y conveniente, pero si ésta es la carta de presentación quedará mucho camino por recorrer. Para empezar, insistir en este título clásico de la ópera bufa italiana, sólo cinco años después de haberlo representado semiescenificado en la Sala Joaquín Turina, resulta aburrido por reiterativo, con tanto repertorio donde elegir. Se trata en realidad de un entremés musical y cómico, y optar por una escenografía de saldo es imprescindible dada la penuria presupuestaria a la que estamos expuestos; pero es ahí donde la imaginación y la creatividad tienen que aflorar con mayor ímpetu y convicción para no devenir en un espectáculo tan decepcionante como éste, que ni estamos en la Alameda ni en ningún teatro alternativo, por mucho encanto que en esos contextos puedan tener sus particulares propuestas.

El joven Rafael R. Villalobos, al que ya parecen haberse rendido varios teatros y certámenes con cierto prestigio en Europa, debuta en su ciudad natal con esta producción de la emblemática orquesta, y para ello echa mano de un recurso habitual del Centro Andaluz de Teatro, largas cortinas blancas ocupando y limitando espacio, en este caso la habitación de la casa del rico Uberto que la sirvienta Serpina quiere dirigir como señora. Poco hay que gobernar aparte de un sillón encontrado en un contenedor y una pomposa lámpara, único atrezzo con el que el escenógrafo pretende ilustrar el hastío de unos personajes condenados a repetir hasta la saciedad los mismos diálogos durante siglos. Sus abundantes recitativos resultan casi incomprensibles para un público que no cuenta con subtítulos aunque sí con un libreto imposible de seguir en la oscuridad. Villalobos hace que la pareja protagonista se comporte como esposos aburridos de sí mismos y de su relación, y consigue que ella actúe de manera acertada con arrogancia y mucho descaro. Lástima que no relajara esos atributos ni para encarar con mayor gracia y delicadeza sus arias, un apenas paladeado Stizzoso, mio stizzoso y un menos expresivo A Serpina penserete.

Vanni Moretto
Furio Zanasi sólo esbozó dramáticamente su sosías de Pantaleone, mientras su voz se perdía en el registro más grave hasta resultar inaudible. Maria Keohane, aparte lo ya apuntado, lució una voz un punto estridente pero definió con soltura el carácter valiente y audaz de su modelo Columbina. El arlequín Vespone fue sustituido por una criada objeto de empujones y maltrato en plena Sevilla contemporánea (el presupuesto alcanzó para una camiseta de la Expo 92 que lució Uberto), y que en el entreacto dejó de ser muda y sorprendió con un monólogo en castellano al estilo club de la comedia, infectado de tipismo sevillano y trianero, que tuvo no obstante su gracia. Pero Moretto dirigió sin brío y sin la agilidad y la seducción que reclama la partitura. La orquesta tocó sin el brillo acostumbrado y por momentos sonó incluso lánguida. Más nos convenció el director italiano cuando hace unos meses dirigió a la Barroca con música de Jaime Balius para la Catedral de Córdoba. Como relleno se optó por una sinfonía atribuida discutiblemente a Pergolesi que funcionó como acertada obertura dado su título alternativo de Sinfonia da un‘opera non conosciuta. Y el Presto del Concierto nº 2 de Francesco Durante, maestro de Pergolesi, obró como preludio al acto segundo, destacando el duelo entre el violín de Alexis Aguado y la viola de José Manuel Navarro.

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