domingo, 11 de enero de 2015

CORAZONES DE ACERO La guerra a la desesperada

Título original: Fury
USA 2014 134 min.
Guión y dirección David Ayer Fotografía Roman Vasyanov Música Steven Price Intérpretes Brad Pitt, Logan Lerman, Shia LaBeouf, Michael Peña, Jon Bernthal, Jason Isaacs, Scott Eastwood, Xavier Samuel, Alina von Rittberg, Anamaria Marinca
Estreno en España 9 enero 2015, en Estados Unidos 17 octubre 2014

David Ayer es un tipo duro. Escribió los guionies de A todo gas, Día de entrenamiento y la adaptación al cine de Los hombres de Harrelson. Luego dirigió a Christian Bale como macarra de barrio en Vidas al límite, a Keanu Reeves y Jake Gyllenhaal como policías en Dueños de la calle y Sin tregua respectivamente, y a Arnold Schwarzenegger como agente de la Administración para el Control de Drogas en Sabotage. Con Furia, título original y más adecuado de esta película ambientada en la Segunda Guerra Mundial, se enfrenta a su película más ambiciosa y artísticamente comprometida. Con un grupo de soldados confinados en un tanque durante los últimos días de la conflagración en el frente alemán, cuando la guerra resulta más dura y cruda por estar más a la desesperada, Ayer recurre a los tópicos de manual para impulsar su básica línea argumental y sus arquetípicos personajes, que van del soldado sin experiencia en el frente y que no ha apretado jamás el gatillo, cuyo desarrollo físico y emocional resulta por supuesto harto previsible y al que da vida con esfuerzo el joven Logan Lerman (Percy Jackson, La ventaja de ser un marginado, Noé), hasta el comandante duro pero sensible, padrazo para quienes están a su mando, pasando por el chicano simpático, el violento descerebrado y el místico moralista. Todo ello en un recorrido atroz por campos de batalla, senderos minados y pueblos hostiles, donde la violencia se convierte en carta de pago y se vuelve más insostenible y desoladora en los escasos momentos de aparente tregua o calma, como la inquietante escena en el hogar de dos primas alemanas aterrorizadas. Funciona como propaganda antibélica, muestrario del horror más nauseabundo y aviso frente a las apocalipsis que habrán de venir; pero su innecesaria larga duración, la sensación de no aportar nada nuevo y su exasperante previsibilidad malogran parcialmente sus evidentes intenciones de convertirse en ese título imprescindible y de referencia que finalmente no es.

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