lunes, 15 de diciembre de 2014

ST. VINCENT Un pícaro y un lazarillo en Brooklyn

USA 2014 102 min.
Guión y dirección Theodore Melfi Fotografía John Lindley Música Theodore Shapiro Intérpretes Bill Murray, Jaeden Lieberher, Melissa McCarthy, Naomi Watts, Chris O'Dowd, Terrence Howard, Selenis Leyva, Katharina Damm

Aunque en un principio suena a historia mil veces contada de redención a través de una relación especial, lo cierto es que esta película pronto deriva hacia otros derroteros y se convierte en una bonita fábula sobre la importancia de tener referentes y cómo estos los podemos encontrar en los lugares y personas más insospechados. Bill Murray interpreta sin tics ni lugares comunes a un tipo que podría ser repelente e insoportable pero que a poco que se le conoce se descubren capas más interesantes y humanas bajo un armazón algo áspero. El azar le lleva a cuidar del hijo aún pequeño de su nueva vecina, una Melissa McCarthy que cambia de registro y se revela como competente y verosímil actriz dramática. Naturalmente la relación será fructífera y enriquecedora, aunque no en un sentido previsible, y él acabará convirtiéndose en una especie de héroe o en el santo del título a los ojos de un niño en esa edad en la que todo es nuevo, todo está por decubrir y la vida es una aventura. Un pícaro y un lazarillo típicos de la novela española del Siglo de Oro, trasplantados a Brooklyn y a la época actual, dando como resultado una película para ver con un paquete de pañuelos a mano, algo a lo que el cine americano nos tuvo una vez acostumbrados pero que ahora hacía mucho tiempo que no lo ponía en práctica. El tono amable ayuda al buen desarrollo de estos personajes cargados de problemas, a los que la vida da muchos palos que encajan con entereza y buena cara, quizás con una buena canción de Bob Dylan, una tarde en las carreras o la buena compañía que puede ofrecer una rusa stripper a la que Naomi Watts da vida con convicción y resolución. Y en medio de todos un niño carismático y entrañable con cara de ángel, como es el joven Jaeden Lieberher. El realizador ha puesto cariño en todo esto y en el resultado se nota y se agradece, que falta hacen estas historias amables sin juicios de valor, malos rollos ni condenas.

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