miércoles, 19 de noviembre de 2014

ESCOBAR: PARAÍSO PERDIDO Terror en estado puro

Título original: Escobar: Paradise Lost
España-Francia-Bélgica-Panamá 2014 120 min.
Guión y dirección Andrea Di Stefano Fotografía Luis David Sansons Música Max Richter Intérpretes Benicio del Toro, Josh Hutcherson, Brady Corbet, Claudia Traisac, Carlos Bardem, Ana Girardot Estreno en España 14 noviembre 2014

La vida del político y narcotraficante colombiano, artífice del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, ha sido llevada al cine y la televisión en varias ocasiones; la última, La balada de Pablo Escobar, se prepara ahora y tiene como protagonista a John Leguizamo. Lo que nos propone Andrea Di Stefano, actor italiano al que hemos visto en películas como La vida de Pi y Nine, en su primera cinta como director, es una imagen del personaje desde el descubrimiento, respeto y cierta fascinación al principio, y puro terror más adelante, de alguien ajeno a su mundo. Un joven surfero se enamora de la hermosa sobrina del capo, y a partir de ahí entra en su mundo, inocente e ignorante de donde se mete y las consecuencias que ello traerá consigo. El realizador acierta al adoptar ese punto de vista y contagiarnos de la mirada y percepción del joven protagonista, mostrándonos ese personaje ambiguo que se gana a un pueblo miserable a través de limosna y caridad, atiende a los suyos con enorme cariño y consideración, y es incapaz de mostrar compasión alguna ante quienes considera sus enemigos u obstáculos tanto en los negocios como en su carrera política. A esa imagen fraternal y a la vez terrorífica de Escobar contribuye la excelsa interpretación de Benicio del Toro, que aunque no acapara toda la duración del film, se erige en su mayor atracción con un trabajo matizado y perfectamente interiorizado; mientras el joven Josh Hutcherson (Los juegos del hambre) hace un trabajo solvente y convincente. El pulso firme y seguro del director consigue dos horas de tensión y desasosiego casi sin pausa ni respiro, mientras va mostrando el horror más inimaginable en esta vorágine de terrorismo y ajustes de cuentas que escenifica en lo que es una nueva versión, moderna y macarra, del universo de El Padrino. Una fotografía luminosa y nítida y la inquietante música de Max Richter aderezan un producto tan entretenido como espeluznante.

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