domingo, 15 de junio de 2014

EL OCASO DE LOS DIOSES DE LA FURA Y HALFFTER: SUBLIME CULMINACIÓN DE UN SUEÑO

Música y libreto de Richard Wagner. Pedro Halffter, director musical. Carlus Padrissa y La Fura dels Baus, dirección escénica. Alejandro Stadler, dirección escénica de la reposición. Íñigo Sampil, director del coro. Franc Aleu, videocreación. Roland Obeter, escenografía. Chu Oroz, vestuario. Peter Van Praet y Juan Manuel Guerra, iluminación. Voces: Stefan Vinke, Linda Watson, Christian Hübner, Martin Gantner, Sandra Trattnigg, Elena Zhidkova, Peter Sidhom, Elena Zaremba, Mercedes Arcuri, Alexandra Rivas, Anja Schlosser. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Teatro de la Maestranza, sábado 14 de junio de 2014

Las hijas del Rin y sus piscinas reaparecen en el epílogo del anillo
Tras superar diversos baches de carácter burocrático y administrativo, por fin tuvo lugar en el Maestranza el esperado desenlace de la Tetralogía del Nibelungo, sin duda culminación de un empeño personal de Pedro Halffter que cierra un ciclo en su gestión y que muchos y muchas esperamos no sea más que un punto y aparte en su paso por el coliseo hispalense. El público que anoche abarrotaba el teatro fue protagonista también de este evento, exhibiendo un mayor grado de tolerancia y gratitud que el ofrecido estos días pasados por la mayor parte de la prensa y opinión acreditada de esta ingrata y olvidadiza ciudad. Demostrando que influir en sus gustos y prioridades no es tarea tan fácil como muchos adoctrinadores piensan, los asistentes al estreno del cuarto y último espectáculo de la saga wagneriana tributaron una generosa y emocionante ovación a quien ha llevado nuestro escenario a lo más alto que se puede aspirar en estos tiempos convulsos, y al mismo tiempo exhibieron una más que merecida admiración por una orquesta a la que tantos vapuleos se le han brindado en estos pasados días y frente a la que sólo podemos profesar una inmensa gratitud.

Gutrune, Gunther y Hagen dan la bienvenida a Sigfrido en el Acto I
de El ocaso de los dioses
Y es que batuta y músicos desplegaron anoche un trabajo tan riguroso, entregado y en definitiva excelente como la puesta en escena a la que ya nos hemos acostumbrado en estos últimos cuatro años de anillo furero. El que naciera en el Rin y se haya paseado por el Arno y el antiguo cauce del Turia, culminó a orillas del Guadalquivir su gran aventura andaluza con una calidad en sus prestaciones que el secuestro durante casi seis horas apoltronados en nuestras butacas llegó a parecernos corto, como si nos encontrásemos aquejados del famoso síndrome de Estocolmo. Tantas veces discutido como batuta wagneriana, aunque algunos siempre hemos defendido que la suya buscaba una sonoridad singular en las partituras del genio alemán, anoche recibió e apoyo unánime de todos y todas, con una dirección tan matizada y detallista como suele ser habitual en él, enriquecida con ataques contundentes y concisos, una muy meditada maleabilidad y un sentido de la estética entre mística y lírica de la partitura absolutamente admirable. Algo a lo que los maestros y maestras de la ROSS respondieron con el máximo entusiasmo y sentido de la responsabilidad, con espléndidas prestaciones en la cuerda y la madera, aunque algo más discutibles en los metales, en ocasiones algo enmarañados. También las voces del coro, fundamentalmente masculino, ofrecieron una actuación impecable y contundente, protagonizando un segundo acto al que su soberbio trabajo tiñó de sobrecogedora emoción. La milagrosa acústica del Maestranza contribuyó decisivamente a que incluso la dirección de un incontestable como Zubin Mehta y la espléndida y hoy en peligro Orquesta de la Comunidad Valenciana palidecieran frente a la cristalina y resplandeciente sonoridad de la producción en Sevilla. Por cierto, curiosamente a la vez que Halffter recibía una estruendosa ovación en el Maestranza tras una producción del Palau, Mehta merecía allí otro apoteósico aplauso tras una ópera ambientada en Sevilla, La forza del destino.

La acrobática destrucción del Walhala
En El Ocaso la maquinaria de Padrissa y sus inimitables colaboradores sirve de resumen y muestrario de todo lo visto en anteriores funciones, de igual modo que en la música de Wagner se citan prácticamente todos los grandes temas de la tetralogía, lo que hace difícil asumir que bajo el título La muerte de Sigfrido éste fuera el primero de los cuatro libretos en ser escritos por el maestro de Leipzig. Aún así hubo espacio para el impacto y la sorpresa, como el via crucis con dolientes incluidos en el que el funeral por la muerte del héroe convirtió la sala, mientras en el escenario se proyectaba la actividad del foso. En el anillo de la Fura todo acontece al pie de la letra pero cargado de simbolismo a través de una puesta en escena tecnológica y sofisticada en la que es fácil apreciar el abrazo entre el cielo y la tierra, el poder y la naturaleza y la posición del ser humano en el cosmos. Si a todo eso añadimos acrobacias, danza, videocreación y un elenco vocal e interpretativo de primera categoría, el concepto de arte total queda garantizado. Avalado por Bayreuth y otros festivales y ampliamente familiarizado con el papel, el de Stefan Vinke fue un Sigfrido convincente, de generosos agudos y sobrada proyección, con más técnica que gusto para la modulación pero con el porte y la frescura que exigen el papel. Junto a él la norteamericana Linda Watson compuso una Brunilda de voz aterciopelada y no por ello menos contundente, armoniosa y muy expresiva. Quien menos convenció a nivel vocal fue el físicamente imponente Christian Hübner, de voz a menudo rugosa y emisión impostada, pero que sin embargo nos regaló una interpretación de Hagen excelente a nivel psicológico, el típico villano cargado de miseria y desgracia, emocionalmente trastornado. La joven mezzosoprano rusa Elena Zhidkova fue una de las grandes sorpresas de la noche, encandilándonos como Waltraute en el primer acto con una voz de emisión fresca y natural llena de solvencia y encanto. Buen nivel también el desplegado por el barítono Martin Gantner y la soprano Sandra Trattnigg, aunque ésta pecó de sobreactuación incorporando a una nerviosa y cómica Gutrune. El resto a un mismo nivel de entera satisfacción que no hace sino ilusionarnos con que algún día, cuando las aguas turbias de ese río que se llama coyunturalmente crisis amainen, podamos disfrutar del ciclo completo en una misma temporada.

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