miércoles, 9 de abril de 2014

7ª CRÓNICA FeMÁS/31 Mejor la furia que la piedad

31º Festival de Música Antigua de Sevilla

Orquesta Barroca de Sevilla. Pablo Valetti, concertino. María Espada, soprano. Programa: Obras de Locatelli, Pergolesi, Iribarren y Vivaldi. Sala Joaquín Turina, martes 8 abril 2014

Lo decíamos a propósito de los conciertos de Brandenburgo de Bach que la Barroca ofreció a principios de esta Femás, ciclo que por cierto este viernes y sábado llevarán completo a Kufstein en Austria y Erfurt en Alemania; que los miembros de la Barroca transmiten muy buenas vibraciones en sus conciertos, gracias a las buenas relaciones que exhiben entre ellos y ellas. Son raras las ocasiones en que las cosas no salen tan bien. Ocurrió en este concierto casi de cierre del festival, una vez más a las órdenes de Pablo Valetti. Con él y también María Espada presentaron un programa casi idéntico en las Cuevas de Nerja el verano de 2012, muy bien diseñado de cara a las fiestas que se avecinan.

Ya que no tenemos Pasiones de Bach, debido al alto presupuesto que conllevan, bien viene una sucesión de obras de carácter eclesiástico enfocadas al castigo divino y al consiguiente ruego de piedad al Redentor por nuestros pecados. La balanza se decantó por lo primero, con la orquesta dando lo mejor de sí, mucho brío y energía, un fraseo agitado con pulso firme y clímax de intensidad dramática en el motete In furore iustissimae de Vivaldi y en el aria Arde el furor intrépido de Iribarren, cuyo único referente es la grabación de la propia Barroca, con María Espada recreando una rica y muy elegante ornamentación y una proyección sobrenatural.

Las mismas calidades no afloraron en las piezas de serenidad, como el Salve Regina de Pergolesi, dicha con una sosería sorprendente para lo que nos tienen acostumbrados orquesta y solista, que tampoco lució en este caso voz convenientemente entonada ni agilidades remarcables. La cuerda sonó flácida e insegura, con ocasionales tiranteces y ataques blandos, al igual que en la Introducción teatral nº 1 y la Sinfonía fúnebre de Locatelli, dichas sin tensión y sin lograr el tono elegíaco obligado de la segunda pieza. Mejor sonó el aria Nulla in mundo pax sincera, una de las más bellas composiciones de Vivaldi, que Espada salvó con voz cálida y delicada, aunque la orquesta se mantuviera raquítica y acartonada. Como propina el Cujus animam gementem del Stabat Mater de Pergolesi que la soprano entonó con confianza y considerable lirismo.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

2 comentarios:

  1. Nos lo hicieron pasar muy bien. Un rato muy agradable.

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    1. Eso desde luego, siempre lo hacen; porque destilan muy buen rollo

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