lunes, 24 de marzo de 2014

1ª CRÓNICA FeMÁS/31 Aires frescos y barrocos para una edición gótica

31º Festival de Música Antigua de Sevilla
Christophe Rousset y Les Talens Lyriques: Piezas de clave en concierto y Orphée (Cantata para voz solista y sinfonía) de Rameau. Fundación Cajasol, sábado 22 marzo 2014
Manfredo Kraemer y Orquesta Barroca de Sevilla: Conciertos de Brandemburgo Nos. 5, 6 y 3 de Bach. Fundación Cajasol, domingo 23 marzo 2014
La Hispaniola: Norma ludendi Contrapunctus I, II, III, VIII, IX, XI y XIV de El arte de la fuga, y Canon per Augmentationem in Contrario de Bach; Sonatas I y IV de las 10 Sonatas en 4 partes, y Fantasías a 4 y 5 de Purcell. Espacio Santa Clara, domingo 23 marzo 2014

Christophe Rousset
Insistimos en la conveniencia de dotar de alma protocolaria y calidez los conciertos de apertura y cierre de certamen como éste, para que no se conviertan en otras citas más; claro que sabida es la escasa tradición para la elocuencia de nuestro pueblo. En este marco el primer fin de semana de la trigésimo primera edición de un FeMÁS centrado en el gótico fue paradójica y eminentemente barroco. El ya mítico Christophe Rousset al frente de una mínima representación de sus Talens Lyriques se constituyó en embajador de lujo de la efemérides del fallecimiento de Jean-Philippe Rameau, de cuya conocida vertiente lírica se hizo eco la cantata Orfeo, con la versátil y ecléctica soprano Valérie Gabali conduciendo esta tragedia mitológica con voz rotunda, segura y generosa, timbre agradable y grueso más cercano al de mezzo, habilidad para frasear y ornamentar, y un temperamento teatral excesivo. Rousset optó por ofrecer las cinco piezas para clave en concierto de Rameau, de las que ya pudimos escuchar algunas en versión para dos claves el año pasado por Pierre Hantaï y Skip Kempe, en combinación de violín y viola de gamba; también se puede hacer con flauta y viola o las más recurrentes en sexteto de las que el conjunto tiene registrada una estupenda versión. Aunque la esencia de la colección sea el clave, del que el músico galo hizo una extraordinaria exhibición de agilidad, lirismo y articulación, el peso en esta ocasión recayó fundamentalmente en el violín de Gilone Gaubert-Jacques, que decepcionó en un primer concierto en el que no encontró el tono ni el equilibrio y abundó en toques secos y cortantes, pero remontó a partir del hermosísimo segundo, con mayor equilibrio y dosis de lirismo, para desembocar en un impecable quinto, especialmente un brillante Forqueray. La viola da gamba de Lucille Boulanger apenas traspasó un nivel discreto, casi ausente, durante toda la velada.

Manfred Kraemer
Una vez más nuestra Barroca nos encandiló y hasta estremeció con sus formidables versiones de tres de los famosos Conciertos de Brandemburgo de Bach; toda una lección de energía, compañerismo, entusiasmo y brillantez que dio al término interpretación el doble sentido que en inglés tiene para juego. Algunos nuevos rostros insuflando aire fresco sin menoscabar la calidad de un conjunto otra vez reducido pero en el que no se echaron en falta robustez, cuerpo ni color, sobresaliendo las sobrecogedoras cadencias de Alfonso Sebastián al clave, el diabólico dúo entre Manfredo Kraemer y Andoni Mercero, los refuerzos de Johanna Rose y Rami Alqhai en las violas da gamba, el efecto dominó en violas y violines o los sugerentes reforzandi y diminuendi de todo un conjunto bendecido por una gracia divina.

Vie Sul Mare, antecedente de La Hispaniola
El frenesí continuó por la noche con el conjunto La Hispaniola, integrado por miembros de la propia Barroca, que con su esmerada y virtuosa interpretación de ocho piezas de El arte de la fuga dejaron claro que quienes aún sostienen que se trata de una página austera y difícil para el oído se equivocan. Los cinco intérpretes, con la ayuda espontánea de una ilustrada joven del público sosteniendo en la viola da gamba la nota sobre la que se asienta una de las fantasías de Purcell, desgranaron un programa riguroso y exigente que convirtieron en colmado de belleza, melancolía y espiritualidad. Obras del joven inglés, incluidas dos de sus sonatas en cuatro partes, combinadas con un crepuscular Bach, unidos por la escritura contrapuntística de forma tan didáctica que incluso las ofrecieron en combinaciones a cuatro, cinco o única voz del clave para ilustrar varias de sus múltiples posibilidades tímbricas, finalizando antes de la propina, un canon minimalista del alemán, con el contrapunctus XIV, interruptus per mortem.

Versión extensa del artículo publicado en El Correo de Andalucía el 24 de marzo de 2014

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