lunes, 13 de enero de 2014

THE GRANDMASTER Kung Fu en los burdeles

Título original: Yi dai zong shi
China-USA 2013 130 min.
Dirección Wong Kar-wai Guión Wong Kar-wai, Xu Haofeng y Zou Jingzhi Fotografía Philippe Le Sourd Música Shigeru Umebayashi y Nathaniel Mechaly Intérpretes Tony Leung, Ziyi Zhang, Chen Chang, Qingxiang Wang, Tielong Shang, Benshan Zhao, Jin Zhang Estreno en España 10 enero 2014

Tarde o temprano todo cineasta oriental se rinde a la posibilidad de realizar su propia película de artes marciales. El chino Zhang Yimou lo hizo en varias ocasiones (Héroe, La casa de las dagas voladoras, La maldición de la flor dorada) y el taiwanés Ang Lee triunfó con Tigre y dragón. En ambos casos dejaron de un lado su estilo personal, más intimista y reposado, para adaptarse al universo de las luchas y las aventuras épicas, mezcladas con efectos visuales que potenciaban las ya de por sí imposibles coreografías. No es el caso de Wong Kar-wai, que ha preferido adaptar el género a su particular estilo visual y narrativo, con resultados altamente decepcionantes e irritantes. Celebrado con la sensual, compleja y desconcertante Deseando amar, tras despertar el interés con un drama homosexual titulado Happy Together, Kar-wai continuó por la senda del melodrama romántico, elegante y sofisticado con la fábula futurista 2046, para precipitarse después al fracaso con la pretenciosa My Blueberry Nights, su primera incursión en el cine americano, con reparto de lujo (ya se sabe, todos rindiéndose al genio). Pero de genio tiene poco porque este experimento que pretende contar la vida y andanzas del maestro de Kung Fu Ip Man se presenta aún más farragoso y obsesivamente esteticista que sus títulos anteriores. Quien quiera sabe algo de esta figura mítica, que parece ser adiestró al legendario Bruce Lee, se dará de bruces con este compendio de luchas filmadas de forma complejísima, coreografiadas con sumo detalle y sentido artístico, pero que no arroja ninguna luz sobre un momento de la historia de China, el advenimiento de la república inmediatamente posterior a la caída del último emperador, y la filosofía inherente a estas técnicas de lucha centradas en la concentración y la meditación. Códigos de honor, tradiciones y valores que se fueron perdiendo con la invasión japonesa contemporánea a la Segunda Guerra Mundial, y que en manos del director chino apenas alcanzamos a comprender ni en su grandeza ni en su significación. Aún peor, más que seguir los pasos de Ip Man, la mirada de Kar-wai se detiene en la lucha de la joven Gong Er (guapísima como siempre Ziyi Zhang, que cuenta además con el momento más bello de la función cuando recita su declaración de amor en primerísimo plano) con un alumno enfrentado a su padre, el único que a lo largo del metraje es bautizado realmente como Gran Maestro. Por lo demás, ni siquiera se acierta a disfrutar con los suntuosos decorados, ya que la cámara se acerca siempre demasiado a los personajes, mientras el vestuario, especialmente el de las inevitables mujeres de burdel, se antoja intercambiable con el de las otras películas marcadamente esteticistas y cada vez más vacuas del tedioso realizador.

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