jueves, 1 de noviembre de 2012

EL LADRÓN DE PALABRAS Un cuentacuentos desolador

Título original: The Words
USA 2012 107 min.
Guión y dirección Brian Klugman y Lee Sternthal Fotografía Antonio Calvache
Música Marcelo Zarvos Intérpretes Bradley Cooper, Jeremy Irons, Dennis Quaid, Olivia Wilde, Zoë Saldana, J.K. Simmons, Ben Barnes, Nora Arnezeder, Michael McKean Estreno en España 31 octubre 2012

Los jóvenes Brian Klugman y Lee Sternthal debutan en la realización con esta singular película. Antes sólo habían escrito la historia en la que se basó el guión de Tron: Legacy; Klugman además ha aparecido como actor en algunas películas, y también en ésta hace un pequeño papel en una cena de amigos. El título de la cinta en español, además de descubrir un detalle del argumento que no debería conocerse hasta bien entrado el metraje, malogra la posible intención de sus autores de emparentar esta cinta, en estética, argumento y estructura narrativa, con Las horas de Stephen Daldry. Incluso la música de Marcelo Zarvos, por otro lado presente en exceso, parece rememorar en algunos momentos la de Philip Glass para aquella espléndida película. Curiosamente esta historia tan literaria no está basada en ninguna novela previa, aunque lo parezca. Un hombre lee su libro a una audiencia, que va de un escritor con una valiosa historia que contar, al que a su vez le cuentan otra historia. Hilvanar todas estas historias, ficción y realidad, sin que decaiga el interés es el objetivo de sus artífices. Como suspense no acaba de cuajar, pero como ensayo sobre la creación artística y la función que cada persona tenemos en la vida, da que pensar. Quienes escribimos lo hacemos para que nos lean; conocer nuestras limitaciones y saber que no vamos a llegar muy lejos puede no ser un inconveniente si asumimos nuestra mediocridad. Lo malo es cuando llegamos a creer tanto en nosotros mismos para solo después darnos cuenta de que somos insignificantes. Sobre este punto la cinta se revela incómoda y dolorosa, y en su halo general de tristeza y desolación, un producto original y atractivo. Poco importa que algunos de sus pasajes, especialmente los que transcurren en el París de posguerra, estén rodados como si fuera un anuncio de perfume. Para entonces, si hemos puesto voluntad, la cinta ya nos ha enganchado y su efecto desolador ha comenzado a invadirnos. Si a eso añadimos una portentosa interpretación de Jeremy Irons y un elenco interpretativo sumamente atractivo, la empresa se puede decir que es satisfactoria y resulta incluso estimulante. La dificultad de elegir en la vida, y más aún la de vivir con nuestras elecciones, se acaba imponiendo como tesis subyacente en esta irregular pero interesante película.

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