lunes, 24 de septiembre de 2012

EL NOMBRE Un ángel exterminador e histérico

Título original: Le prénom
Francia-Bélgica 2012 109 min.
Dirección Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patelliére Guión Matthieu Delaporte, según su propia obra Fotografía David Ungaro Música Jérôme Rebotier Intérpretes Patrick Bruel, Valérie Benguigui, Charles Berling, Judith El Zein, Guillaume de Tonquedec, Françoise Fabian Estreno en España 14 septiembre 2012

Hace ochenta años, en Cena a las ocho, George Cukor sentaba a la mesa a un grupo de amigos y familiares. No todos se tenían aprecio, pero en ningún caso se faltaban al respeto, y desde luego primaban en todo momento los buenos modales. Treinta años después Buñuel sentaba también a la mesa y con idénticas intenciones culinarias a un variopinto grupo de decadentes burgueses en El ángel exterminador; éstos sí perdían en algún momento la compostura, pero la inexplicable imposibilidad de salir del salón lo demandaba, y desde luego los desmanes raramente se traducían en excesos injustificados y deplorables. Delaporte encierra cinco personajes en otro salón también para cenar, y les impide salir de él, de nuevo inexplicablemente ante la atmósfera irrespirable y los reproches indiscriminados que a todo pulmón se gritan unos a otros de manera reiterada. Y la fórmula resulta que divierte a muchos, mientras a otros nos espanta. La fórmula, eminentemente teatral, recuerda inevitablemente a aquel Dios salvaje de Yasmina Reza, aunque con menos impostura pero con el agravante de que los personajes son familia y amigos de toda la vida. Y uno se pregunta, ¿es posible en estos términos que esas relaciones hayan perdurado? Histeria, exceso, malos modales, es lo que ofrece esta comedia de salón presuntamente ingeniosa, que aunque apunta algunos detalles afortunados, en especial en lo que se refiere a las mujeres y a la diferencia, se nos antoja en general una insufrible sucesión de mal rollo, mala educación y mal gusto. Hay quien piensa que es fácil identificarse con estos personajes y situaciones, y otros nos sentimos afortunados por situarnos a años luz de este lamentable estado de cosas, y sentimos que se generalice y se dogmatice con situaciones que no son universales y que desde luego deberían evitarse. Empeño estéril de denunciar a la clase intelectual, aprovechando así para explotar un subgénero, el de la comedia de aspavientos y gritos, que tan buenos resultados ha dado por ejemplo en nuestra televisión, vía bodrios descomunales como Aquí no hay quien viva.

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