domingo, 5 de agosto de 2012

PROMETHEUS Fruto de la era del prometo y miento

USA 2012 125 min.
Dirección Ridley Scott Guión Damon Lindelof y Jon Spaihts Fotografía Dariusz Wolski Música Marc Streitenfeld Intérpretes Noomi Rapace, Charlize Theron, Michael Fasssbender, Guy Pearce, Idris Elba, Logan Marshall-Green, Rafe Spall, Sean Harris, Emun Elliott, Benedict Wong, Kate Dickie, Patrick Wilson, Branwell Donaghey, Vladimir Furdik Estreno en España 3 de agosto de 2012

Ridley Scott se forjó un puesto relevante en la Historia del Cine justo al principio de su carrera, con Alien y Blade Runner. Desde entonces, y a excepción de las interesantes Thelma y Louise y Gladiator, solo ha vendido humo, y ya lleva haciéndolo treinta años. Prometheus regresa oportunistamente al universo que tanta fama le dio, el del octavo pasajero, erigiéndose en algo que hoy se lleva mucho, la precuela con vistas a una saga paralela a la que ya conocemos. Está claro que sus premisas, así vistas, son puramente comerciales, lo que ocurre es que puede que incluso esas intenciones netamente económicas también se le pongan en contra, y es que se dirige a un público al que cree idiotizado, sin caer en la cuenta de que precisamente los jóvenes de hoy a lo que más acostumbrados están es a los fuegos de artificio, y éstos francamente no les van a impresionar, ni siquiera por el dichoso y cada vez más inútil 3D. Empaquetando un guión ridículo, irrisorio y mal escrito, Scott abusa de todos los recursos a su alcance, tirando de efectos visuales absolutamente innecesarios, caracterizando a fuerza de maquillaje a Guy Pearce como anciano sin justificación alguna, o contratando a un actor de cierto caché como Patrick Wilson para un papel minúsculo y desenfocado. Es cierto que se mantiene fiel al imaginario que le hizo célebre en Alien, y que su dirección artística es espléndida, si bien sacrifica la creación de ambientes que le hizo célebre en favor de lo explícito, de la imagen pulcra y más convencional. Apenas saca partido del reparto; fuera de su poderosa caracterización como Salander en Millennium, Noomi Rapace pierde toda su fuerza y personalidad convirtiéndose en una actriz limitada y de presencia poco estimulante (más bien parece una imitación de Lee Grant, actriz que conoció cierta notoriedad a finales de los 60 y principios de los 70, con películas como En el calor de la noche, Shampoo o Aeropuerto 77); Michael Fassbender aporta su genio para la interpretación sin que Scott sepa extraer de su personaje todo el misterio, la intriga y la amenaza que debiera representar; y Charlize Theron cumple una vez más con su imponente presencia, pero tampoco la dirección logra definir suficientemente el carisma de su personaje. A golpe de guión caprichoso los acontecimientos se van sucediendo de forma harto convencional, sin causa ni consecuencia, con giros inverosímiles (por ejemplo, ese robot desmembrado que sigue funcionando y cuya voz se puede escuchar milagrosamente en la escafandra de cualquiera de los personajes que configuran la expedición -por cierto, más de lo mismo: científicos tontos y mercenarios cobardes-, convierte a nuestra civilización dentro de setenta años en más sofisticada aún que la que en el guión se define como muy avanzada de los extraterrestres ingenieros). La traducción de los diálogos al castellano, más literal de lo deseable, tampoco afina, con una acumulación de palabras mal sonantes que funcionan peor y con menos naturalidad en nuestro idioma que en el original inglés. Y toda esta suma de despropósitos al servicio de una hipótesis reaccionaria y terriblemente conservadora acerca del origen del hombre, lo que además añade al conjunto una molesta pretensión de relevancia metafísica. Parece que Scott se adhiriese a los tiempos que corren, y si en política parece que se nos esté condenando a un retroceso a los tiempos más oscuros del feudalismo medieval, en lo espiritual se nos quiera volver a convencer de que hay que creer en un ser superior y vengativo. Prometheus es como el gobierno español, promete pero incumple, y desde luego decepciona e indigna.

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