domingo, 13 de noviembre de 2011

XXII CICLO DE CÁMARA DE LA ROSS Cuarteto y Sexteto a nueve voces

Alexandre Da Costa, Jill Renshaw, Susana Fernández Menéndez y Martine Cardinal violines Tie Bing Yu y York Yu Kwong violas Dirk Vanhuyse y Robert Thompson violonchelos Matthew Gibbon contrabajo Juan Pérez Floristán pianista invitado Programa Sonata para violín y piano nº 5 en Fa mayor Op. 24 “Primavera” de Beethoven; Cuarteto nº 15  en Mi bemol menor Op. 144 de Shostakovich; Capriccio para sexteto de cuerda de Richard Strauss. Sala de Prensa del Teatro de la Maestranza
Domingo 13 de noviembre de 2011

Este fin de semana, en el que la Sinfónica está embarcada de pleno en La Valquiria, prosiguió su ciclo de cámara, lo que ha debido suponer un esfuerzo considerable a la hora de compaginar ambos menesteres. No sé si habrá influido o no decisivamente ese factor, pero lo cierto es que el programa elegido sufrió en su gran parte una muy deslucida interpretación por parte del nutrido elenco de maestros convocados.

El joven pianista Juan Pérez Floristán
La primera obra requirió de la agradecida comparecencia del joven pianista Juan Pérez Floristán, que con su orgulloso padre, el director jerezano Juan Luis Pérez, como pasante de partitura, logró insuflar a la Frühling Sonata de Beethoven de tanta energía como delicadeza y colorido. En ese empeño le ayudó el violinista canadiense Alexandre da Costa, concertino invitado este año de la ROSS, que ofreció un delicado fraseo en el instrumento, destacando toda la alegría de vivir que desprende la pieza, de claros aires mozartianos, como evidencia el hecho de que su cuarto movimiento esté basado en el Aria de Vitellia de La clemencia de Tito. Ambos lograron empatía y compenetración, con amplia exhibición de exuberancia, fluidez y vivacidad. Da Costa además se reveló como competente conferenciante en perfecto castellano.

El violinista canadiense Alexandre Da Costa
Pero la excelencia desprendida en esta primera obra no obtuvo parangón en las dos posteriores, con la formación considerablemente aumentada en ambos casos. El Cuarteto nº 15 de Shostakovich, un lamento aterrador en el umbral de la muerte, no sólo fue doblado sino que contó además con el refuerzo del contrabajo. Y sin embargo eso sólo sirvió para crear un mayor descontrol en el conjunto, poco empastado y tendente continuamente a la inseguridad, la languidez y la inestabilidad, sólo superada en los momentos más enérgicos y pujantes. No funcionaron los pianissimi ni se transmitió el conveniente patetismo, destacando únicamente los pasajes en los que el protagonismo lo tenía la cuerda grave.

También reforzada, con dos violines más y un contrabajo, se interpretó la romántica introducción de la ópera Capriccio de Strauss, última obra lírica que el autor disfrutó en su querido Teatro de Munich, antes de ser devastado por las bombas aliadas en la Segunda Guerra Mundial. Faltó sutileza, transparencia y armonía, con lo que la pieza perdió encanto y romanticismo. Destacaron al menos los trémolos en la zona central, pero la interpretación en general no logró presagiar el dolor expresado en las Metamorfosis (que tan bien sonaron en la anterior cita del ciclo) de las que esta página suele considerarse un estudio preliminar.


Sexteto para cuerdas "Capriccio" de Richard Strauss, en interpretación de André Previn y miembros de la Filarmónica de Viena

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